Ya no escribo con lágrimas,
ni poemas con dolor
o canciones con lamentos,
no es que se fuera la inspiración.
Es que apareciste un día
en esta triste vida,
en mi lóbrega rutina,
en mi terrible agonía.
Diste luz a mi tumba,
resucitaste mi alma,
reconstruiste este corazón
y me diste alegría.
Decia el perdido
a su princesa
la dueña de sus sueños
la reina de su realidad.
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